jueves, 9 de marzo de 2017

Pruebas de lo buena nieta que soy

Mis padres siempre se pasaron una parte bastante amplia de mi infancia en el trabajo, así que fueron mis abuelos los que se encargaron de cuidarme por las tardes, y, en agradecimiento, yo les regalé un sin fin de momentos bochornosos que demuestran que soy una nieta ejemplar.

1-La Iglesia.
Antes de que mi abuelo se diera cuenta de que no era una niña muy normal, fue mi abuela la que se encargaba de entretenerme. Me llevaba al parque, me contaba cuentos... en fin, lo normal, pero una tarde, no sé qué cable se le cruzó a la mujer que tuvo la maravillosa idea de llevarme a misa. Si, a una niña de 4-5 años... cuando la ceremonia empezó y todo el mundo estaba en silencio... salí al pasillo central y grité: ¡Oye abuela, vámonos ya, este sitio es muy aburrido!

2-Los estorninos.
Mi abuela, en su balcón, tenía un nido de estorninos, al que estos animales regresaban durante la primavera. Siempre me encantaron los animales, así que todas las tardes, salíamos al balcón a echarles arroz. Pero resulta que un dia, mi abuela me dejó sola en casa, así que... en cuatro minutos, su salón estaba lleno de arroz y de estorninos piando y cagando por todas partes, y yo, encantada de la vida, rodeada de animales.

3-El tanga.
Cuando íbamos a la playa, mi abuela solía comentar cómo iban las chicas vestidas, que si esa tenía un pecho demasiado caído para determinado bikini, que si la otra tenía demasiado culo para unas bragas tan estrechas... en fin, esas cosas, así que, una tarde, mientras dábamos un paseo por la orilla, se me cruzó una chica en tanga, a mi, me llamó la atención, y al parecer, grité: "Mira abuela, mira, esa tiene un culo muy feo para enseñarlo tanto" No volvimos a esa playa.

4-El monedero.
En los últimos años se han alertado mucho a los turistas sobre los carteristas, pero esto no es algo nuevo de este tiempo. Cuando íbamos a sitios rodeados de gente, yo me metía entre la multitud y cogía las cosas de sus bolsillos. Era algo totalmente inocente, pero recuerdo que conseguía bastantes cosas, y un dia, cuando sacaba un monedero del bolsillo de una señora, estornudé, y la señora se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Me llevó con mis abuelos y ellos me pidieron que me sacara de los bolsillos todo lo que llevaba. Aquello parecía un rastro, y lo peor era que la gente que estaba cerca reconocían sus pertenencias y las reclamaban. Menos mal que a nadie le dio por mirar en la parte de abajo de mi carricoche.

5-Los alumnos
Mi abuelo sabía mucho de todo, así que impartía clases particulares a alumnos de bachillerato y Universidad. Había cuatro, en particular, que era un desastre, hasta el punto de estar en primero de bachillerato y nos saberse la tabla periódica. Para darles una lección, mi abuelo me hizo memorizarla, y, al día siguiente, la tuve que recitar ante todos sus alumnos. Cuando acabé, recuerdo algunos aplausos, y, al parecer, empecé a repetir las quejas y los insultos que compartía mi abuelo con mi abuela a cerca de aquellos cuatro alumnos. No sé quién se puso más rojo, si me abuelo de la vergüenza o sus alumnos del enfado.

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