domingo, 15 de octubre de 2017

El poder en el trabajo social

La analogía reduccionista ha relacionado con tal fuerza al poder con la política que ya no se concibe la existencia de uno sin el otro, unido a la censura moral, que identifica al poder con la dominación, prendiéndose sinónimos.

Sin embargo, para los trabajadores sociales, la relación con el poder se justifica de manera más pragmática, ya que se convive cotidianamente con experiencias de injusticia ligadas al poder, sin vías de soluciones efectivas, además, la práctica del trabajador social se establece a partir un proceso de toma de decisión en una relación desigual.

El poder, como hecho social, es un concepto problemático, con múltiples perspectivas y enfoques. Se puede entender como un concepto que expresa la energía capaz de conseguir que la conducta de los demás se adapte a la propia voluntad (Molina, 1998) o como la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aún contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad (Max Weber, 1979; 43)

Las formas de poder que se han llegado a destacar y a admitir son: la coerción, ya sea mediante amenazas o promesas de recompensa, la manipulación, el derecho y la influencia

Si seguimos el análisis de Lukes  (1985) sobre los enfoques del poder, podemos destacar tres consideraciones básicas:

-Toda relación de poder implica un conflicto de intereses entre las partes
-El poder no sólo se aprecia en las decisiones efectivas, sino también en las no decisiones.
-La influencia y el poder forman dos conjuntos en interacción coincidiendo en una parte y diferenciándose en otra, sugiriendo que, cuando la autonomía no se ve afectada o se incrementa, se trata de influencia.

Michel Foucault es el principal referente en el análisis del poder, especialmente incisivo en el ámbito del trabajo social, criticando el modelo jurídico-liberal de poder y adoptando un paradigma estratégico, que percibe el poder como una posesión que tiene una sola dirección, de arriba hacia abajo, el poder controla y utiliza, manifestándose en procedimientos de exclusión y de encierro (Ibáñez, 1983)

La concepción que propone Foucault (1992a) se basa en:

-El poder no es algo que se adquiera, se ejerce en las relaciones móviles y no igualitarias.
-Las relaciones de poder sin inmanentes a otro tipo de relaciones, constituyen las condiciones y los efectos de desigualdad y desequilibrio.
-El poder viene de abajo, y forma líneas de fuerza difusas por todo el sistema social.
-El poder no es siempre negativo, puede tener un aspecto productivo porque promueve, regula y configura campos de posibilidad.
-Donde hay relaciones de poder hay resistencias al poder, un contrapoder
que se forma en su misma relación, estando dentro de la red de poder.
-Y por último, la disciplina es una fórmula general de dominación que se basa en el control minucioso del sujeto mediante el examen sistemático, la distribución espacial y la normalización.

En el ejercicio profesional de un trabajador social, podemos comprobar que su experiencia sobre el poder se base en estos cuatro escenarios:

-La vivencia del cliente, mediante la cual se conocen muchas situaciones sociales que son, actos de abuso o de ejercicio inadecuado de poder. Se trata de un conocimiento indirecto, y supone una referencia para observar el poder en los niveles más elementales.
-La relación de ayuda, cuando el profesional del trabajo social desempeña una labor revestida de poder, este poder se incrementa a causa de la naturaleza de la relación que debe establecerse para que sea efectiva la ayuda, cuyo propósito es procurar cambios emancipadores en las personas.
-La estructura organizativa, el escenario donde se producen ingentes relaciones de poder. El profesional es un trabajador asalariado, además, ocupa una determinada posición en la estructura organizativa que le atribuyen  situaciones y grados de poder diferentes
-El aparato político, agrupa el sistema político y administrativo en sus diferentes funciones
y niveles estatales, materializandose en la política social que son las que interrelacionan dichos sistemas de poder con la sociedad, de
la que emana a su vez el poder de legitimar legalmente al poder político.

Las relaciones de poder que implican al trabajador social pueden clasificarse en dos direcciones: como «sujeto de poder» o bien como «objeto de poder» (Bayón, 1995:18). En el primer caso, el trabajador social tiene una posición ventajosa mediante la cual tiene la facultad de imponer su criterio. En el caso opuesto, el profesional será el receptor de las dinámicas de poder que otros individuos ejerzan sobre él, es decir, la propia posición estructural que se crea entre profesional y cliente conlleva una diferencia de poder y se produce una relación de ayuda que resulta efectiva para el cliente, Foucault sostiene que son inevitables estas relaciones de poder y, Healy por su parte afirma que «aunque los trabajadores oficiales no puedan evitar la utilización del poder, sí pueden aumentar la responsabilidad, la humanidad y la justicia con las que se ejerza ese poder» (Healy, 2001:102).
El poder disciplinario encarna las acciones que Foucault denomina «prácticas que dividen», cuyo objeto principal es construir sistemas de clasificación y, mediante ellos, conseguir la «normalización» de la población para actuar discretamente sobre los individuos y conformarlos a la norma, el control, implícito y generalizado, puesto que al adecuar la conducta a una ley instituida desde el poder, como un mecanismo de sumisión, sin embargo, no logra nunca la dominación total de los sujetos, sino que induce a participar en la regulación que se propone, aunque, el rechazo total o parcial a esta participación es un signo
de resistencia al poder (Wang, 2001:283) que no es, ni más ni menos que el complemento recíproco del poder y lo diferencia de la dominación, porque «cuando un individuo o grupo llegan a bloquear un campo de relaciones de poder, volviéndolas inmóviles y fijas e impidiendo toda reversibilidad de movimiento, estamos ante lo que se puede denominar un estado de dominación» (Foucault, 1999:395). A pesar de esto, el mismo Foucault admite que carece de sentido distinguir entre formas controladoras y no controladoras de trabajo social, porque en muchos contextos de práctica el control social explícito constituye una dimensión inevitable, determinando que lo importante es reconocer las formas de control y hacer que este sea más responsable y justo para quienes estén sometidos a él.
Buena parte del poder del trabajador social le viene otorgado por la organización donde presta sus servicios, toda intervención en un marco organizativo debe considerarse una actuación por delegación de los responsables de ésta, estableciendo unos vínculos que
delimitan el comportamiento de sus miembros y regulen las relaciones para el funcionamiento de la organización. Aun así, hay diferencias considerables entre los profesionales a la hora de hacer prevalecer su autonomía de acción, sobretodo en el ámbito de «gestión administrada de problemas» porque se han de incorporar unos roles, unas funciones y unos dispositivos incubados desde la disciplina administrativa. En definitiva, «las prácticas institucionales crean al mismo tiempo al cliente y al trabajador social, como dos caras de la misma moneda [...] define las actuaciones del trabajador social y las formas de relacionarse con el cliente» (Chambon, 2001:154).

El poder también se manifiesta en la arquitectura, en los espacios de dominio diferencial para los sujetos: los filtros para el acceso, la mesa que separa, etc. Como analizó Erving Goffman, estos signos de poder se multiplican y magnifican con el fin de influir en la identidades segregadas de los internos, como una versión idealizada del panóptico, ya que se pueden observar los datos de los clientes recopilados por el saber profesional y los actos de intervención para producir estadísticas como una nueva verdad política. «La aritmética de estas estadísticas representan las relaciones de poder en el estado o la agencia [...] es una estrategia de poder que incrementa la fuerza del cuerpo político» (Moffat, 2001:333).

En conclusión, el poder es una red que se extiende por toda la sociedad, ningún resquicio en esta, está libre de él, aunque se presenten resistencias, pues es algo que surge por naturaleza, sin embargo, hay varias formas en las que el poder se manifiesta dentro del trabajo social, haciendo, de manera inseparable, que existan las figuras de cliente y profesional, que las organizaciones regulen las relaciones entre estos y que las estructuras arquitectónicas y organizativas jerarquicen el trabajo con el fin de maximizar la productividad y utilidad de los recursos.

Glosario

Paradigma estratégico: Se utiliza para hacer referencia a un modelo simplificado de la realidad, asumiendo la perspectiva de los individuos involucrados en las relaciones sociales.
Censura moral: eliminación de materiales que se consideran moralmente cuestionables.
Dominio diferencial: Autoridad que ejerce su poder mediante el trato discriminatorio de variables.
Panóptico social: Se trata de un símil que utiliza la idea de la prisión diseñada por el filósofo Jeremy Bentham en el siglo XVIII, donde la prisión priva a los reos de toda intimidad. Foucault lo utiliza para remarcar la nueva estrategia controladora del sistema que organiza la información de todo ciudadano de manera que ni el propio cliente es consciente de ello.
Conocimiento indirecto: En conjunto, representa las ideas, opiniones y juicios que tenemos pero que nosotros mismos no hemos elaborado, sino que parten de nuestro ámbito social.

No hay comentarios:

Publicar un comentario