domingo, 18 de septiembre de 2016

El extraño caso de mis "y"

Cuando era pequeña, mi profesora de parbulitos nos leía historias infantiles sobre cómo se habían formado las letras, y, antes de enseñarnos la letra, nos pedía que la dibujásemos teniendo en cuenta la historia que nos había contado. Y por eso mis "y" son así.

La historia que nos contó de la "y" fue la siguiente:

Un día la "i" vio un ratón, y le dio tanto miedo que se puso a llorar, una a una, todas las letras del abecedario intentaron consolarla, pero no fue otra, sino la "j" la que hizo cesar el llanto desconsolado de su amiga.

La subió en brazos y le cantó una tranquila canción de cuna, y, así, la "i" se fue quedando dormida en los brazos de la "j" y así se formó una nueva compañera de abecedario, la "y"

Según esa historia, teníamos que dibujar cómo creíamos que era la "y"

Si te das cuenta, cuando coges a un niño pequeño, a veces este niño también se agarra con sus manos a tu cuello, lo que crearía una arista nueva entre los vértices superiores de las dos letras.

Ese día, yo dibujé lo que es, a día de hoy, mi "y" No se parecía en nada a una "y", de echo, mucha gente dice que es como una "n" pero con la segunda arista más larga.

Cuando acabábamos los dibujos, la profesora nos reunía y nos enseñaba cómo era la verdadera letra, pero...

Resulta que yo tenía un compañero de clase muy guapo, Pablo, y muchas veces, nos metíamos a dormir debajo de la mesa de la profesora, y esa clase fue una de esas veces.

Parece ser que nadie se percató de nuestra ausencia, y  mi "y" pasó inadvertida hasta tercero de primaria. Pero esa época de mi vida fue muy rebelde, solía pensar que la gente no quería verme porque mi reflejo les recordaban a las cosas malas que ellos hacían, así que, en vez de cambiar mi letra, intenté aprender más sinónimos de palabras en las que apareciese la "y" leí un diccionario y, bueno, digamos que lo único que conseguí fue que los profesores me abandonasen por completo.

El caso es que, tras tantos años, sigo conservando esa letra. Es una tontería, pero es bonito recordar esos tiempos en los que podía hacer de todo sin que a nadie le importase, ni siquiera a mi. Ahora estoy en un punto crítico de mi vida, más o menos sé hacia dónde quiero dirigirme, pero nunca hay que olvidar el origen de todo.

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