domingo, 29 de mayo de 2016

Pesadilla

Hoy, de la que venía en coche para casa, me quedé dormida, y tuve una pesadilla... flipas lo mal que lo pasé, estuve a punto de tirarme del coche... una angustia en el pecho... pero como dicen que es bueno escribir los sueños, pues voy a intentar relatar mi pequeña pesadilla.

Noto electricidad en el ambiente. El cielo está gris y puede que empiece a llover. Estoy resguardada de su amenaza bajo una marquesina que está enfrente del piso de Joaquín.

Es lunes por la mañana, y como cada día, voy a buscarle a su casa para ir juntos a clase.

A penas hay dos personas en la parada, y cuando pasa el autobús, me dio la sensación de que iba vacío.

A las 8:00, bajó Joaquín, algo atolondrado, como siempre. Estaba muy contenta de verle tras un fin de semana separados, y tenía muchas cosas que contarle, pero nada más dar dos pasos, se acordó de que no había cogido el bocadillo y volvió a subir a por el.

Una nube gris muy tupida inundó el cielo y oscureció la calle, pero las farolas no se encendieron.

Joaquín tardó bastante en bajar, 7 minutos exactos, y cuando por fin bajó, apareció sin su paraguas y sin su inseparable bolso.

-Tío, ¿Llevas todos los días el paraguas y vas y te lo dejas hoy?- Le pregunté algo enfadada por su tardanza

Él ni me miró, siguió adelante sin darme ninguna respuesta.

Yo aceleré el paso para ponerme a su altura, todavía seguía muy enfadada, pero no podía entender por qué él estaba tan raro

-Vamos a llegar tarde, espero que el bocata merezca la pena-Le digo mirando hacia el suelo por temor a que se lo tome mal

-No lo sé. No lo he cogido.

Su voz es neutra, no denota emoción alguna

-¿Entonces para qué subiste?- Le grité muy enfadada.

Pero él seguía sin contestarme. Yo me crucé de brazos y continuamos el viaje en silencio. Empecé a pensar que igual había tenido una discusión fuerte con su madre y no quería hablar, pero no, siempre que está mal, me cuenta sus penas para desahogarse.

El resto del viaje en silencio, roto en contadas ocasiones por preguntas mias que él se limitaba a contestar con si o no, y eso si le daba por contestar.

Entramos en el edificio que estaba totalmente vacío, debería estar lleno de gente, son las 8:27, vinimos muy rápido, es imposible que ya hayan entrado todos.

Subimos las escaleras. La luz es mortecina y dan una sensación de hospital, algo muy desagradable. Con cada escalón, siento que pierdo las fuerzas.

Tenemos TIC a primera, así que subimos a la tercera planta, y nos dirigimos al pasillo de la izquierda, que, al igual que el resto del edificio, estaba vacío, o eso pensaba, pero cuando atravesamos las puertas, nos encontramos a Lucía, mi compañera en TIC, mirando fijamente a algo que estaba en la pared derecha, justo enfrente de la puerta del aula de TIC.

Yo me acerqué a ella, y, para mi sorpresa, Joaquín, sin decir una palabra, me acompañó.

Cuando estuve lo suficientemente cerca, pude saber qué era lo que despertaba tanto interés en Lucía, había una puerta, una puerta como cualquiera de las otras, pero que no debería estar ahí.

-Hay un aula nueva- Susurra Lucía sin mirarnos

Yo la miro. En el pomo, está enganchada la llave.

-No puede ser, Lucía, igual la pusieron para tener una salida de emergencia en el aula de música- Le digo yo

-No. Estuve calculando el espacio, es un aula nueva.

-Es imposible hacer un aula nueva en un fin de semana, Lucía. Oye, ¿Qué pasa? ¿Por qué no entramos en clase?

-No hay nadie- Me dice Lucía

-Igual es que ya están todos en la nueva clase- Dice Joaquín

Yo empiezo a ponerme nerviosa. Algo va muy mal, pero no sé qué pasa y tengo la sensación de estar atrapada. Noto como mi respiración se empieza a acelerar y gotas de sudor frío caen por mi espalda.

-Vamos a comprobarlo- Dice Lucía.

Joaquín posa su mano sobre mi hombro derecho, y Lucía posa la suya sobre mi hombro izquierdo.

Trato de controlar mi respiración, pero no lo consigo, creo poder oír pasos por los pasillos, o puede que solo sean los fuertes latidos de mi corazón. Tengo las manos empapadas en sudor, y mis músculos se han congelado. Quiero mirar hacia otro lado, pero Joaquín gira la llave y abre la puerta.

Lucía y Joaquín me empujan ligeramente hacia el oscuro interior, y creo pisar algo.

-Encended la luz, tios, que creo que he pisado algo.

Las luces se encienden, y lo que veo me agarra el corazón como si una garra de hielo me atravesase el pecho y apretara mis músculos.

Hay gente inconsciente tirada por el suelo. Reconozco a algunas personas, pero no puedo evitar mirar hacia el suelo, para ver qué había pisado. Era la mano de Lucía, que yacía inconsciente como muchos de mis compañeros.

Noto las manos de la presunta Lucía y el presunto Joaquín que se alargan por mi cuello, sus dedos se hacen largos y huesudos, e incluso puedo llegar a verlos bajar por mis brazos.

Cierro los ojos lo más fuerte que puedo, hasta hacerme daño, y, sin abrirlos, me desquito de su leve agarre y me doy la vuelta para coger carrerilla y salir corriendo, pero no tuve en cuenta la dimensión de la clase y tropecé con el cuerpo de alguien.

Estoy en el suelo, noto las baldosas frías, y, a mis espaldas, los cuerpos de otras personas, cuando tengo el valor de abrir los ojos, veo a las figuras distorsionadas de Joaquín y Lucía. Sus manos eran delgadas y pequeñas, con largos y huesudos dedos afilados. Sus rostros son la cosa más horrible que habré podido soñar en mucho tiempo: Sus sonrisas han cedido a la carne y casi llegan a sus ojos, terminando en afiladas puntas, dejando ver dos hileras de finos y alargados dientes como agujas.

Alguien cierra la puerta desde fuera, y lo único en lo que puedo pensar es en por qué no me di cuenta antes de que algo raro estaba pasando.

La luz se apaga.

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