miércoles, 1 de junio de 2016

Mi primera y mejor mentira

Desde siempre, me ha gustado hacer las cosas a mi manera, ya fuesen cosas complicadas para atajarlas y hacerlas fáciles o las simples para liarlas a lo grande. Desde luego, han pasado grandes cosas dignas de recordar, pero creo que la más... flipante, fue la primera.




Cuando tenía 9 meses, empecé a andar, como la mayoría de los niños pequeños, pero, en la guardería, sin saber cómo, conseguí convencer a las monitores de que no sabía andar.

No sabía ni hablar, y por supuesto, no me acuerdo de nada, pero creo que entiendo por qué lo hice: Me llevaban en brazos a todos lados tres chicas guapísimas que, además, eran muy cariñosas conmigo, así que... supongo que ya se sabía por dónde iban los tiros...

Pero como todo lo bueno, ese paraíso se acabó el día en que mi padre vino a recogerme a la guardería, las chicas le preguntaron a mi padre si me habían llevado al médico por lo de no caminar y mi padre les dijo que yo andaba perfectamente... Mira que en su vida ese asqueroso hizo nada por cuidarme... Y justo el único día que gasta algo de su tiempo para llevarme a casa... va y me fastidia mi más perfecta mentira.

Lo que más me alucina de esta historia es la capacidad de manipular a un puñado de adultos sin saber siquiera hablar. Sinceramente, no tengo ni idea de por qué lo hice, pero la verdad es que me asusta un poco, porque... si con sólo 9 meses fui capaz de aquello... Y ahora, con 17 años y pudiendo hablar y escribir perfectamente, no soy capaz ni de que el chico que me gusta me de la hora... Dios, estoy perdiendo facultades a un ritmo exponencial.

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