viernes, 27 de enero de 2017

Hablemos de la pena de muerte

La pena de muerte es una situación que se produce cuando un miembro de la sociedad realiza un crimen tan grande que el perdón es insuficiente y el único castigo a la altura es la muerte.


Antes, yo misma defendía a capa y espada la pena de muerte. Un enfermo mental persiguió a dos de mis amigos por un parque hasta que consiguió atrapar a uno. Le agarró y le zarandeó varias veces, para después cortarle el cuello con un cuchillo. Sólo tenían 6 años.

Ese episodio cambió mi forma de ver el mundo, no todo el mundo era bueno, no había sólo gente feliz. Hay gente mala y gente enferma, y se merecen que les paguen con la misma moneda, pues el miedo que pasaron esos dos niños y el frío y prematuro encuentro con la muerte, más el destrozo psicológico que sufrió la familia... Es algo imperdonable.

Eso era lo que pensaba.
Después de un acalorado debate en cuarto de la ESO con Nieves, la profesora de ética y filosofía, empecé a pensar. Todos en esta clase estamos a favor de la pena de muerte, pero ella sigue defendiendo su abolición... hay que dejar de discutir a gritos y entender su postura.

Dejé de hablar y empecé a pensar.

La sociedad es algo excesivamente frágil, no 
podemos jugar con ella ni permitir que enfermos realicen las atrocidades que les plazca. Aquí empieza mi idea:

La pena de muerte está mal, no somos animales, y, aunque creamos que el mal ha sido erradicado con la muerte del portador, lo único que estamos implantando en la sociedad es miedo y una atracción visceral hacia la sangre y la muerte, convirtiéndolos en verdugos ciegos a la verdad.

Las personas que matan, son asesinos, pero siguen siendo personas, lo que significa que si los matamos, nos convertimos a nosotros mismos en lo que odiamos.

Por lo tanto, la única solución que hay es apartarlos de la sociedad. Meterlos en cárceles sin una fecha de salida. La salida dependerá exclusivamente de su comportamiento y su reacción a una reeducación y a constantes análisis psicológicos.

No podemos permitir que individuos con pensamientos atroces anden sueltos por las calles, pero tampoco les podemos privar de su humanidad. Por lo que en las cárceles se implantarán clases de educación parecidas a la ESO y bachillerato, totalmente opcionales para aquellos que deseen continuar o empezar con sus estudios. Y todos los presos serán sometidos a un riguroso estudio psicológico para enseñarles a diferenciar el bien del mal, para enseñarles a ser personas, con el fin de integrarlos de nuevo en la sociedad. Además, se realizarán terapias para lograr que los presos abandonen su dependencia a cualquier droga.

De todas formas, la libertad depende por completo de ellos. Ningún abogado y ninguna fianza podrá hacerles salir. Ellos deben ver el mal que han hecho, reconocer el por qué lo hicieron y que está mal, para poder arrepentirse y no volver a cometer actos similares.

Las cárceles funcionarán como una comuna. Todos deben colaborar hacia un bien común, siempre vigilados por agentes cualificados. Todos realizarán un trabajo para costear su educación y alimentos. El salir de ahí depende por completo de ellos. Tenemos que limpiar las cárceles de las drogas, el abuso de poderes y de motines. 

Actualmente, la cárcel parece un sitio de paso, como quien manda a un niño pequeño al rincón de pensar y este se queda ahí dormido, por no hablar de los trapicheos con drogas y de los abusos que ciertos agentes realizan.

Una vez que un preso ha conseguido la libertad, será llevado hasta las víctimas vivas de sus actos, y tendrá que pedir perdón ante ellas.

Finalizado el trámite, podrá volver a instalarse en un recinto vigilado por agentes de la ley. Donde tendrá una residencia y se le procurará la obtención de un trabajo para que, poco a poco, consiga una independencia económica y pueda costearse vivir en cualquier urbanización o barrio normal.

Esto sería lo correspondiente a los delitos de sangre. Con los políticos mentirosos y demás ladrones, la idea sería similar. Hay que hacerles ver el daño que han causado, que escuchen los testimonios de la gente a la que han perjudicado hasta que se liberen del mal que llevan dentro.

Una vez arrepentidos y conociendo el bien, serán integrados en la sociedad, despojados de todos sus cargos públicos y las posesiones que fueron obtenidas mediante engaños y actividades erróneas.

Deberán conseguir otro trabajo, ayudados por la educación profesional que recibieron en la cárcel, y, si el preso demuestra una superación total, podría volver a formar parte de un órgano del Gobierno, siempre y cuando empiece desde abajo y no se le otorgue ningún trato de favor.

Se debe abolir la impunidad, un crimen es un crimen, y no importa quién lo cometiese. Hay que pagar por no saber comportarse en sociedad, y eso se hace mediante el retiro y la reeducación.
En la muerte y la venganza nunca se encontrará la felicidad, sólo el que hace el bien se puede sentir pleno, y, así, lograr una sociedad limpia y progresista.

La educación es la única que puede abrirnos las puertas a un futuro mejor. Nunca es demasiado tarde para borra todo lo aprendido y empezar de 0. Cualquiera puede cumplir con su deber como ciudadano. Sólo se necesita voluntad, y sino... ya sabes lo que te queda. Una vida encadenado en la cárcel =D

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