domingo, 28 de febrero de 2016

Los castigos más imaginativos que he tenido que sufrir

Desde pequeña me ha gustado hacer lo que me da la gana, aunque eso supusiese ir en contra de lo que mis padres dijesen. Al principio, los castigos eran los de toda la vida, unas tortas, cuatro gritos y al rincón de pensar, pero tras muuuuchas trastadas, mis padres parecieron comprender que eso no me importaba, así que tuvieron que echarle imaginación al asunto:




-El primer castigo fue una variante del rincón de pensar. Me metían en una habitación a oscuras mirando hacia la pared. Me daba tanto miedo esa habitación, que no me movía del sitio. El mayor castigo es dejar fuir la imaginación de un niño.

-Otra variación del rincón de pensar. Se trataba de ponerme de pie, sobre una pierna, al lado de la televisión mientras ellos la veían sentados en el sofá, si cambiaba de pierna, tendría que estar media hora más. Después de muchos castigos así, mis padres decidieron apuntarme a ballet.

-Este es el más asqueroso y más ridículo de todos. Mi padre me llevó al parque, donde le tuve que dar de comer a un millón de palomas que se arremolinaron a mi alrededor, al principio, yo estaba super feliz, no lo vi para nada como un castigo, no sabía la que se me venía encima, nunca mejor dicho. Cuando ya no me quedaba más pan duro que dar, mi padre cogió su pistola y pegó un tiro al aire, lo que provocó la estampida de todos esos condenados bichos, que con el susto, se cagaron todos encima de mi.... que asco por dios... lo bueno fue que vino la policía y le puso una multa. 

-Una tarde, mi abuela tuvo la genial idea de llevarme a misa en vez de llevarme al parque a darle patadas a un balón, y justo cuando el cura hizo silencio, yo me levante y grité: Oye abuela, ¡Vámonos de aquí, que esto es un rollo0! Solo tenía cinco años... creo, y mi abuela se lo tomó bien, pero se lo contó a mi madre, y ella me obligó a ir tres domingos seguidos a misa con vestido, buff....

-Me enganché a una pequeña trilogía y la iba leyendo por el ordenador, pero como nos íbamos a ir de viaje, me imprimieron los tres libritos (diez o doce hojas cada uno) y mi madre los mezcló. Parece una pijada, pero no veas lo mal que lo pasé, no me enteraba de nada.

-Y por último, no es el más cruel, ni mucho menos, pero si el que más jode de todos y mi favorito, puede que se lo haga a mis hijos algún día. Hace cinco años, mi padre se compró un portátil y me dejó a mi un ladrillo que a penas cogía el internet, siempre me quejaba por lo lento que iba y porque no me dejaba guardar imágenes ni nada, así que mi madre se hartó y me escondió el teclado... no os imagináis lo rollo que fue tener que buscar vídeos cortando y pegando letras de un sitio y de otro, mi madre no se esperaba esta ocurrencia, y es que contra los castigos imaginativos, solo puedes sonreír y buscar una forma de hacerlos más amenos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario