lunes, 13 de febrero de 2017

La fuerza del conocimiento

En mi familia, hay mucha leyenda negra. Cosas que no se saben con exactitud, cosas que las malas lenguas susurran. Lo peor debe ser que la mayoría de esas leyendas son verdad, pero bueno, hoy me apetecía contar la historia de amor de dos de mis antepasados.


Esta historia tiene dos protagonistas fundamentales: Abramo, que creo que es mi tatara tatara abuelo, y Ana María, que supongo que será mi tatara tatara abuela.

Esta historia ocurre alrededor del régimen de Mussolini, en el cual, Abramo estaba metido. Nunca estuvo certificada la relación que existió entre las tropas y él, pues se dice que era un hombre belicoso, cruel y sádico, pero que también era un alma libre que sólo deseaba viajar de un lado a otro y aprender lo máximo de todas las culturas, y a eso fue a lo que se dedicó gran parte de su juventud, hasta que sus padres le obligaron a mantener matrimonio con una joven de clase alta, según dicen, una bella mujer cuyo patrimonio familiar había caído en la ruina.

Abramo se casó con ella y la envió a una casa perdida por los campos italianos, mientras él seguía viajando por el mundo. Aquella mujer, no se sentía mal, pues Abramo le había hecho comprender que aquello no era un matrimonio convencional y que debían seguir viviendo sus vidas en paralelo.

Pero para financiar sus viajes, Abramo tenía que mantener negocios con gente de diferentes naciones, ofreciendo un producto del cual no se sabe nada.

Sólo sé que Abramo enviaba periódicamente este producto a la casa en la que vivía su esposa junto con unos guiones traducidos en diversos idiomas para que su mujer se comunicara con los que vinieran a recoger el paquete.

Sin embargo, la mujer se desatendió de esos asuntos y los dejó en manos de una criada muy espabilada que había sido contratada para mantener el aspecto de la casa, ella era Ana María, según los retratos que medianamente recuerdo, era una mujer hermosa, de brillantes ojos negros y piel dorada por las duras labores en el campo, curtida en mil batallas y con una sonrisa desafiante en todos y cada uno de los retratos en los que fue plasmada.

Resulta que Ana María era española, y al trasladarse a Italia, descubrió la facilidad que tenía para aprender idiomas, así que fue cuestión de horas que se aprendiera de memoria todos los guiones que Abramo le enviaba.

Al parecer, disfrutaba de mantener amplias conversaciones con los encargados de recoger los paquetes, los que la respetaban como a una igual por su vitalidad y su pasmoso ingenio, así que hizo amigos pronto, y esos amigos le enviaban libros en sus respectivas lenguas, que ella traducía y memorizaba.

Cuando Abramo se puso en contacto cara a cara con unos de sus clientes más habituales en su pais de origen, este le habló maravillas de la esplendida y peculiar esposa. Abramo se interesó gratamente por la muchacha, pues, aunque disfrutaba de vivir libre, deseaba compartir sus conocimientos con otra persona, así que volvió a Italia, donde descubrió a Ana María despidiendo a unos clientes en una lengua que parecía la propia, pues la soltura y la fluidez que exhibía la joven eran increibles.

Abramo le explicó a Ana María la situación, y ella, algo avergonzada, le rechazó. Abramo se propuso aguardar en aquella casa hasta conquistarla y, de echo, aquella negativa no duró mucho, pues Abramo dejaba caer sobre el suelo del cuarto de la joven millones de poemas escritos en lenguas extranjeras para que ella disfrutara de la traducción, y, de paso, demostraba a Abramo lo inteligente que era, cualidad que le llevó a un enamoramiento sin salida.

Se conoce que, finalmente, Ana María sucumbió a los encantos de Abramo, y empezaron a protagonizar animadas charlas intelectuales que podían durar horas.

Pero la mujer no estaba conforme con aquello, y puso a Abramo contra las cuerdas, diciéndole que, si no echaba a la criada, ella sumiría a la familia de Abramo en la más profunda ruina.

Abramo compartió su preocupación con Ana María, y, aunque no hay datos específicos que expliquen este proceso, la familia de la mujer de Abramo, junto con esta, desapareció sin dejar rastro.

Curiosamente, ese mismo año, las plantas que dormían en el jardín presentaron un vigor y un crecimiento bastante llamativo.

Y así acaba la historia. Abramo muere de anciano, y llegó a escribir hasta siete libros de quinientas páginas cada uno donde expresaba su amor por Ana María, además de miles de bocetos de retratos y de teorías éticas, políticas y metafísicas que hoy en día, todavía intentamos traducir, pues el muy cabrón escribió cada tres líneas en un idioma diferente...

En cuanto a Ana María... no se saben con exactitud las causas de su muerte. Murió unos años después de Abramo, pero ya de aquella se descartaba un posible suicidio. En el final de sus días, Ana María hablaba con fluidez: italiano, español, alemán, chino, árabe, ruso, portugués y francés, y, además, con menos fluidez, también llegó a conocer: Inglés, sueco, macedonio y lituano, entre otros que no distinguimos.

Lo que se habla de estos dos personajes no son cosas precisamente buenas, dicen que eran grandes entusiastas de la biología humana y que no dudaban en abrir personas en canal para demostrar el funcionamiento de un órgano. 

También dicen que eran personas profundamente sádicas y enfermas, pero bueno, lo que pasó, pasó, y no se puede hacer nada, supongo que nunca se sabrá lo que es verdad y lo que no, pero entre tanta leyenda negra, leer los poemas que le dedicaba Abramo a Ana María... eran de un amor indescriptible e incondicional. Puede que debieran estar juntos.

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