domingo, 12 de junio de 2016

Una tarde con mi mejor amiga

Este domingo, pude disfrutar de una tarde a solas con mi mejor amiga, como cuando éramos pequeñas, y estoy tan feliz que no puedo hacer otra cosa que no sea escribirla. Voy a intentar relatarla con un narrador externo, a ver si me sale.




Sara disfrutaba del tacto aterciopelado de la hierba verde y fresca, del aire caliente que las rodeaba, y de la gran sombra que las refugiaba de aquella abrasante tarde de verano.
Estaban tiradas bajo el sauce llorón, en la pendiente, una encima de la otra. Un sábado perfecto. Sólo estaban ellas, sólo eran conscientes de aquel efímero y eterno momento, en aquel refugio bajo los ojos de los que no miran.
Los músculos de la espalda de Sara se estremecen cada vez que las uñas de Danielle rozan su cuero cabelludo. Le está haciendo una trenza, como cada vez que tienen momentos especiales como aquel. Había que aprovechar, últimamente, siempre que se veían, era en compañía de otras personas, y no podían ser como ellas son, unas locas que no pueden dejar de amarse porque en la locura de una, se encuentra el alivio de la otra.
-Empieza a contar-Pide Danielle impaciente
Está sentada encima de la espalda de Sara, con una preciosa y fina blusa blanca con pequeños volantes azulados como mangas.
Sara inspira el suave olor a primavera fuera de estación. No podía haber mayor placer que aquel: una tarde con ella. Contando historias inventadas y peinandose.
-Érase una vez... una chica algo rara que...
-¡No! Otra historia sobre mi no-Se ríe Danielle
Sara sonríe y chista para que su compañera guarde silencio
-Tú todavía no has salido, calla y déjame continuar. ¿Qué estaba diciendo?
-Hablabas de una chica rara-Le recuerda Danielle mientras araña sin querer su cuello.
Sara se estremece ante aquel dolor tan dulce
-Se llamaba Sara y tenía un problema muy gordo...
-Que no le gustaba cepillarse el pelo por las mañanas...-Volvió a interrumpir Danielle
Sara sonrió otra vez sin poder evitarlo.
Así eran: Una contaba historias y la otra peinaba. Bueno, en realidad, siempre era Danielle la que peinaba, pues hacía cualquier trenzado, por imposible que pareciese, y siempre era Sara la que contaba historias, porque tenía la habilidad de hacer que todo se desvaneciese y llevar a su amiga por mundos mágicos inventados. Pero aquella tarde, era diferente a todas. Danielle estaba inquieta, y Sara agotada, sólo podían dejar que sus mentes envenenadas se depurasen con la fricción de sus palabras sanadoras.
-Pero un día... Sara conoció a una bella durmiente que estaba como una cabra. Un terremoto con patas y que poseía...
-Un peine mágico que podía desenredar cualquier nudo-Completó Danielle mientras perdía su vista entre las verdes briznas de hierba.
Sara se dio la vuelta y quedaron cara a cara.
Danielle volvió en sí e intentó reaccionar.
-¡Sara! Se va a deshacer...-Protestó
Sara pasó sus finos y pequeños dedos por los muslos desnudos de su amiga.
Ella apoya sus codos en la hierba y junta su nariz con la de Sara, esta cierra los ojos y menea despacio su cabeza de un lado a otro para frotar la punta de su nariz con la de Danielle. Al abrir los ojos de nuevo, se encontró con la mirada oscura y perspicaz de Danielle.
-¿Qué te pasa?-Le preguntó sin poder apartar la mirada de los ojos marrones de Sara.
Sara se incorporó e hizo que Danielle tuviera que sentarse algo más atrás para estar cómoda.
-Son demasiadas cosas... Asier, los estudios... debería estar estudiando economía.
Danielle sonríe y pone sus delgados y blancos brazos alrededor del cuello de Sara.
-Pero sabes que estás aquí, conmigo, como siempre debió ser.
-Lo sé. Quizá ahora lo estemos, en algún lugar. En la cama de algún hospital o en un apartamento en el centro de una enorme ciudad, incluso puede que estemos tiradas bajo un puente
-A veces me da miedo-Confiesa Danielle
Sara tuerce la cabeza para que Danielle le concretase más.
-A veces... pienso que estoy yo sola, sin ti, y se me cae el mundo
-Sería totalmente posible, y lo sabes, pero... yo sé lo que siento cuando te toco...-Le susurra Sara mientras acaricia el brazo derecho de Danielle
-Y también lo siento cuando te abrazo-Continúa mientras la atrae hacia si con la mano que le quedaba libre.
-Y también lo siento cuando...
Esta vez, Danielle se adelantó a las palabras de Sara, pero así era siempre, Sara empezaba una teoría y Danielle la completaba. A penas necesitaban palabras, porque la una no vivía sin la otra, y cuando estaban separadas, no aguantaba ni dos días sin pensarse o soñarse.
Los labios de Danielle rozaban los de Sara con dulzura y la fría lengua de Sara se atrevía a jugar con la punta escurridiza y traviesa de Danielle.
Cuando sus bocas se juntaron por completo, el abrazo de Danielle se hizo más fuerte, y Sara se dejó caer al suelo, olvidándose de la pendiente y del sol abrasador que les quemaba la piel al abandonar el amable cobijo del sauce.
Rodaron por la cuesta abrazadas en un delicado contacto tan significativo y cómplice que asustaba a ambas, pero sabían que era lo que querían, porque se necesitaban con locura.
Cuando dejaron de moverse, Sara, que ahora estaba encima de su compañera, se incorporó, y contempló los labios rojos de su amiga, que no pudo evitar que un cálido suspiro escapase de sus pulmones para unirse a los labios húmedos de Sara, que se tiró al lado de Danielle.
-A la mierda todo tía-Le dijo Danielle
Sara sonrió. Era una propuesta demasiado tentadora y deseaba que Danielle la atrapase en su mundo como hizo la serpiente con Eva.
-Me encantaría, pero no puedo. Viviré lo que pueda y disfrutaré lo que sienta, pero por ahora, sólo siento que es real lo que siento cuando estamos así
La mano de Danielle agarró la de Sara
-Algún día, estaremos así para siempre-Susurró Danielle
Sara sonrió
-Pero antes...-Dijo Danielle con una sonrisa envenenada
-¡Dime los objetivos de la macroeconomía!-Exclamó mientras acercaba el libro de economía que descansaba bajo el ardiente sol de aquella tarde de verano.

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