viernes, 19 de agosto de 2016

Poner la otra mejilla

Cuando tenía seis años, mi madre me dejó una tarde con una amiga de mi tía que era muy religiosa, y la cosa no acabó muy bien, al menos para mi.

Pasé una tarde bastante aburrida con esa señora, me leyó pasajes bíblicos, me explicó parte de la infancia de Jesús, y, a la hora de la merienda, me dio por preguntarle qué significaba la frase "Poner la otra mejilla" Porque había aparecido en uno de los fragmentos que me había leído y no acababa de entenderlo, aunque no estoy segura de que en ese momento, hubiese entendido algo de todo lo que me había contado.

Ella me explicó: "Significa que cuando una persona te hace algo malo, debes poner la otra mejilla" Obviamente, la explicación se quedó algo escasa de sentido, pero yo no pregunté más.

Al dia siguiente, en el recreo, una niña que siempre se metía conmigo, me mordió la mejilla. Pero no fue un mordisco inocente, no, me dejó los dientes bien marcados, y, claro, a mi no se me ocurrió otra cosa que...

Poner la otra mejilla, ¡Literalmente! Me puse a su otro lado y dejé que me volviese a morder, y esa vez, clavó los dientes todavía más.

Nunca, en toda mi infancia, hice caso al consejo de un adulto, pero, dio la casualidad, de que justo ese día, había decidido intentar portarme como un adulto me había dicho, ahora entiendo por qué no volví a hacerlo.

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